Así suena la pandemia
La contingencia provocada por el COVID-19 nos lleva a transformar nuestra vida cotidiana en todos los aspectos. Los que se quedan en casa y los que no lo pueden hacer. Los que no han podido volver y los que desde otras latitudes se han tenido que reinventar. Aquí contamos historias de personas de carne y hueso que nos ayudan a entender cómo lidiamos con el encierro y la pandemia.
¿Cómo darle sentido a la cuarentena? ¿Cómo encontrar lo bueno, si es que lo tiene? En los cinco continentes, hemos perdido contacto físico con nuestros amigos, hemos perdido trabajos y nuestra seguridad financiera. Sin embargo, algunos recuperaron desde gustos hasta pasiones, revalorizamos las actividades esenciales, conocimos a nuestros vecinos y apreciamos el comercio local. Aprendimos a vivir en cámara lenta, a no hacer nada. Aprendimos a esperar.
Una familia viaja a Mazunte para librarse del confinamiento en la Ciudad de México. El panorama se vuelve contrario a sus expectativas, y de pronto la escapatoria se vuelve un callejón sin salida ante la falta de orden gubernamental. Mariana Linares Cruz nos presenta esta historia, "Ya nada es normal".
Reino Unido es el país europeo con más muertes por Covid-19. Como en otros países, las minorías étnicas han sido desproporcionadamente más afectadas. Los migrantes latinoamericanos, que de por sí eran excluidos por el gobierno antes de la pandemia, han fortalecido su sentido de comunidad y apoyo colectivo para mantener la salud física y emocional. Tres integrantes de WARMI, un grupo activista-feminista formado por mujeres latinoamericanas, cuentan cómo se las han arreglado para sobrevivir y para prosperar en este larguísimo encierro.
¿La nueva normalidad nos va a permitir comernos una de las mejores hamburguesas de la ciudad? No podemos decir cuándo. El coronavirus y las imitaciones que nos ha impuesto nos ha cambiado la vida en apenas un par de meses. Las rutinas y las salidas son cosa del pasado. Un sector particularmente afectado durante la Jornada de Sana Distancia ha sido el de los restaurantes que se vaciaron, y cuyos asiduos redujeron su nivel de consumo. Hoy, pedimos alimentos a domicilio. Gracias a la tecnología, algunos negocios han logrado mantenerse a flote, pero no saben cómo será el futuro, cuando habrá gente sentada ante sus mesas y cuándo la normalidad será, de veras, la "nueva normalidad".
Mexicali ,la ciudad fronteriza de Baja California, es una de las más golpeadas por la pandemia.
En el estado con el tercer lugar de contagios, la capital va a la cabeza. Ahí, la crisis llegó temprano y no cede. El doctor Antonio, médico urgenciólogo de un hospital público, se contagió y se recuperó para volver a atender pacientes. Esta es una historia en dos fases: la enfermedad que lo agarró por sorpresa y la crisis en el piso confinado para Covid de un hospital que, como tantos en todo el país, enfrenta carencias graves como falta de personal y de ventiladores. Ahí, sobre todo, se encara, día tras día, a una enfermedad todavía extraña, y todavía sin cura.
Ante el inminente encierro por la pandemia de Covid, no todos corrieron a comprar rollos de papel de baño o paracetamol en exceso. Otros optaron por enfrentar la incertidumbre de mejores maneras: Ana, Ricardo y Cinthia, como muchas personas en el mundo, procuran satisfacer sus necesidades sin destruir, contaminar o agotar los recursos naturales. Creen que esfuerzos como la permacultura y la agricultura urbana son capaces de transformar ciudades por completo. Así es como ellos han vivido la pandemia…
La demanda de comida y toda clase de productos a domicilio ha aumentado conforme se extiende la pandemia de Covid-19. Para muchos que se han quedado sin empleo, vale la pena correr el riesgo de convertirse en repartidor, uno de los oficios más expuestos en este tiemp.
La fotógrafa Theda Acha, su esposo y su hijo navegan en un pequeño catamarán desde hace 10 años en mares de todo el mundo como una forma de vida que les ha permitido conocer 40 países. Pero este año todo cambió: el coronavirus les ha impedido desembarcar y deben vivir en el encierro en medio del océano, en la Polinesia Francesa. A las amenazas de su vida acuática, se ha sumado de modo sorpresivo una pandemia que hoy los condena a una existencia en el mar.
Renata, una chica trans, que trabaja sobre la calle de Romero, esquina con Tlalpan, en la alcaldía de Benito Juárez, ha visto como el coronavirus le espanta la clientela. Las cuentas ya no le salen a la sexoservidora, que mantiene a su hermana, a sus dos sobrinos y a su mascota. El gobierno de la Ciudad de México anunció que ayudaría a las sexoservidoras con 1,500 pesos para que puedan comprar medicinas y alimentos. Renata no los ha recibido.
En otros países, son héroes. Aquí, algunos, son repudiados. Después de trabajar jornadas agotadoras, sin suficiente protección, sin comer, beber o satisfacer cualquier necesidad humana básica, Rosaura, enfermera del hospital Carlos McGreggor, uno de los designados por el gobierno para tratar a pacientes infectados con coronavirus, llega a su casa sola. Su hijo, por precaución, se ha ido a vivir con la madre de Rosaura. Sabe que su rostro será lo último que vean muchos de los pacientes antes de morir, que ella es la última trinchera.
Desde los últimos días de marzo, la ciudad es silenciosa. La capital de México ya no ruge. Un par de músicos desafían al virus y se juntan en una esquina para ganar algo del dinero que ya no ganan en su negocio formal. Los vecinos, agradecidos, se asoman por la ventana y escapan por momentos de la rutina.
El coronavirus, según las primeras investigaciones, pasó de un animal a un ser humano. Vietnam no solo es un país consumidor de especies salvajes sino proveedor de ese mercado en su país vecino, China, relata Thalía Güido, profesora mexicana que hasta hace días vivía en Hanoi. La joven sufrió una razzia contra extranjeros dirigida por el presidente Nguyễn Phú y respaldada por buena parte de su población, cuya xenofobia la pandemia agravó.
En plena pandemia del coronavirus, hay oídos sordos frente al “quédate en casa”. La casa de los olvidados es, precisamente, calle. Ahí viven, ahí comen, ahí duermen. Cuando tienen agua, es porque alguien se las regala. Lavarse las manos durante 20 segundos es poco más que imposible. La que tengan, prefieren usarla para beberse una taza de café.
La pandemia de COVID-19 ha puesto en pausa el mundo. Mariana, una universitaria de 24 años, tuvo que detener su intercambio en la Universidad de Buenos Aires, allá en Argentina. Como parte de las medidas para frenar los contagios, el presidente de ese país cerró las fronteras: nadie entra, nadie sale. Mariana y cientos de mexicanos se quedaron sin la posibilidad de volver a su país hasta que el gobierno los trajo a casa.
La vida en la frontera se ha trastocado con la llegada del temido Covid. La frontera más transitada del mundo, no es la sombra de lo que era hace un par de meses. El cierre de la frontera entre México y Estados Unidos dejó sin trabajo a miles de personas y ha puesto a otros en riesgo sanitario y económico. Las excepciones son las emergencias, el trabajo en salud, labores de rescate o seguridad. Los seres esenciales, pues, que como Lorena, cruzan Tijuana, ahora llamada Ciudad Fantasma, para cumplir con su labor.
Mercedes Bernal, dueña del afamado Meroma, ha cerrado las puertas de su local, como muchos otros restauranteros, obligados por las medidas de sana distancia impuestas por el COVID-19. Se lamentan los comensales, asiduos a uno de los mejores restaurantes del país, pero sobre todo una treintena de empleados y decenas de proveedores. La situación de Bernal, como la de muchos dueños de negocios, a pesar de su esfuerzo, puede llegar a ser insostenible.
En la crisis del coronavirus que en México apenas despunta, hay muchas ausencias. Gran parte del cuerpo productivo nacional se ha quedado en su casa. Pero entre todas las ausencias, hay una ausencia muy notoria: la de las personas de la tercera edad, a cuya grata presencia nos hemos acostumbrado, atendiéndonos en las colas del supermercado. Los ancianos llevan la peor parte: además de la amenaza del virus, deben lidiar con la soledad.
El 7 de marzo, en las cárceles de Módena y Pavía se desató una revuelta porque a miles de familiares de presos italianos se les negó la visita. Siguieron las revueltas en Nápoles, Salerno y Frosinone. Dos semanas después, en un sólo día se registraron 16 casos de positivos al coronavirus entre los detenidos y el miedo dentro de las prisiones italianas comenzó a crecer. El ministro de Justicia se vio obligado a anunciar una serie de medidas preventivas, que inlcuyó las primeras liberaciones de reos.
Argentina fue el primer país del continente en imponer una cuarentena a sangre y fuego, pese a que la suma de sus enfermos y muertos no está ni cerca del drama de otros países. Sus 45 millones de habitantes se encuentran encerrados en su casa, y los hospitales luchan con anticipación para no colapsar ante un escenario grave. Esteban Rubinstein, destacado médico de ese país, relata cómo la atención virtual a los pacientes se generaliza para no volver a los hospitales, y explica la mano dura del presidente Alberto Fernández para que la curva de contagios no colapse al sistema de salud.
Guardar la pregonada sana distancia y quedarse en casa no son opciones para Cecilia, una joven empleada doméstica, ni para millones que, como ella, se desplazan en transporte público cada día para llegar a su trabajo. Dos de sus tres patronas le exigen que no falte. Cecilia no tiene más remedio: vive al día y mantiene a sus tres hijas, estudiantes de bachillerato.
Hay eventos que pierden gracia sin el entusiasmo del público, pero el coronavirus no ha dejado más remedio. La Pasión de Cristo, el gran momento anual de la alcaldía de Iztapalapa, solo será transmitida por televisión este año. No habrá procesión por el antiguo pueblo ni al Atrio de la Cuevita ni al Cerro de la Estrella. La representación se llevará a cabo a puerta cerrada, en la Catedral de Iztapalapa.
"La novena" le llaman los jalisciences a una de sus semanas favoritas del año: la primera del mes de marzo, cuando viajaban a Vail para esquiar. Este lujoso resort regresaron 400 tapatíos en dos vuelos charter, creando uno peligroso foco de infección en el estado. Lo que antes era visto como un símbolo de estatus, se convirtió en un signo oprobioso, como letra escarlata.
¿Qué podía salir mal? aquel primero de marzo el Coronavirus era una cosa lejana, allá en Buenos Aires, los que se embarcaron en el Celebrity Eclipse apenas y se lo pensaron, entre ellos un centenar de mexicanos. Un mes después, muy lejos del cono sur, habían vivido lo que pareció un crucero eterno.
Las noticias falsas no son algo nuevo, pero viajan cada vez más rápido, más aún en los tiempos del Coronavirus, tiempos de exceso de información, de miedo, de incertidumbre, de dolor. Nuestra tarea sigue siendo la misma: verificar, confirmar y acercarse a los expertos para no ahogarnos en el vertiginoso océano noticioso.
La periodista mexicana Cynthia Rodríguez, habitante de Milán y madre de tres niños, vive en cuarentena en esa ciudad italiana desde mediados de febrero. En su confinamiento en el barrio de Lorenteggio relata cómo se desarrolla la vida dentro de un departamento, con la opresión que va dañando el día a día. Además, explica la descomunal evolución del contagio en ese país europeo, el drama de una sanidad superada por los enfermos y muertos, y el ruego que hoy hacen a la población los descendientes de los combatientes de la Segunda Guerra Mundial.